Comisiones
a destiempo







Lo que vemos no es lo que es, pero es la posibilidad de ser1


Andrea Cuevas et. al.2








Andrea Cuevas es editora, escritora e investigadora independiente. Fue jefa editorial del Museo Tamayo y ha colaborado para diversas publicaciones y proyectos sobre arte contemporáneo. Actualmente es candidata a maestra en Historia del arte por la UNAM.













































































































































































1. Cuando Laura Orozco me invitó a pensar en ESPAC y su lugar como un espacio donde el arte aparece en múltiples dimensiones, me vino a la mente los cruces y las intersecciones que ha hecho a lo largo de 5 años entre formatos, disciplinas, modos de hacer, modos de ver, etc. Por eso, preguntarse por la posición de un lugar como éste dentro del mapa de los espacios de arte en México y frente a un panorama incierto, rodeado por una pandemia y de más preguntas que respuestas, no se me ocurrió más qué pensar en conjunto, con todxs los que han sido parte de este proyecto. Si bien ESPAC es el centro y punto de partida de estas líneas, las preguntas que nos competen pretenden tocar todos nuestros espacios, momentos y relaciones con el arte: llámense museo, llámese artista o espectador, llámense libro o cubo blanco. Pienso a ESPAC como un desdoblamiento en potencia, de ahí que la tome como una plataforma en sus diferentes tiempos (pasado-presente-futuro) y formatos (libros, exposiciones, proyectos) para tratar de pensar —o, mejor dicho, divagar— en lo que nos toca a partir de ahora como agentes del arte.

2.Este texto lo escribí acompañada de los ojos de Gonzalo Chávez Salazar, y las manos y voces de Fabiola Torres-Alzaga, Claudia Luna, Pablo Luna, Willy Kautz, Esteban King, Verus Varas, Mara Forte, José Luis Sánchez Rull, Sandra Sánchez, Eduardo Núñez, Cristina Torres, Ana Bidart y Eduardo Abaroa. Gracias a todxs por permitir(nos) pensar con ustedes.
3. La colección de arte del ESPAC está compuesta por más de 700 obras de arte moderno y contemporáneo internacional. Los nombres que aquí se citan son el primero y el último de la lista de artistas que la componen, por orden alfabético.

4. Como parte de su programa de publicaciones, ESPAC realizó un catálogo poco convencional que reunió ensayos, cuentos, ficciones, poemas, dibujos, etc., realizados por 49 artistas, curadorxs, investigadorxs, editorxs, entre otrxs, que han colaborado directa o indirectamente con este espacio a lo largo de su historia.

6. Título de la exposición Una red de líneas que se intersecan (2016), curada por Esteban King.

6. Jan Svankmajer, Decálogo (1999). 

7. Ana Bidart, Una hoja suelta (2019). 












En su nombre se pueden reunir todas las letras del abecedario, de la A a la Z. De Francis Alÿs a Peter Zimmermann3; de Vivian Abenshushan a Andrés Zafra4. Contenerlas todas no es una pretensión ambiciosa por querer abarcar un universo. Es tratar de enunciarlo sin gramáticas ni proposiciones lógicas. Contenerlas todas no es una totalidad, sino una posibilidad. Si se tienen las letras o grafías a punta de mano, labio o cuerpo, entonces se puede enunciar.

Enunciar es a la idea lo que el punto a la línea. Enunciar es, también, trazar caminos unas veces torpes otras imprecisos.

Lo que lleva a una colección de arte a hacerse pública es abandonar los límites de la permanencia y la espacialidad. Ni se diga del deseo de olvidar su posible paso dentro de los dominios de la decoración, al menos cuando se trata de un acervo privado. ¿En dónde pondrías una Melanie Smith, Chantal Peñalosa o Mónica Castillo?

Es su colección la que ha dado a ESPAC su centro y sus fuerzas. Sospecho que a partir de ella surgen y se despliegan en diferentes direcciones las letras de su abecedario. Recuerdo un texto de Willy Kautz para la publicación Enunciados (2019) en el que narra, en tono anecdótico, su primer encuentro con el proyecto de ESPAC y su colección: en ella vio una potencia visual que podía desdoblarse en diversos tiempos, espacios, cuerpos, pensamientos y, a su vez, unos con otros y entre todos ellos.


Colección (sf) = colectio (lat.) = conjunto de cosas. Prefijo con- (todo, junto) + lectus (seleccionado) + sufijo -ción (acción y efecto)


Imagino una colección de obras de arte como cada una de las letras del abecedario, las cuales pueden ser dispuestas de múltiples formas, de arriba a abajo o de izquierda derecha, con órdenes desordenados o lógicas subjetivas, para pronunciar infinidad de enunciados dispuestos a ser estimados. Imagino una colección como una red de líneas que se intersecan5 y que atraviesan el espacio justo como un enunciado. Ya lo decía Jan Svankmajer: «los objetos, sobre todo los objetos viejos, son testigos de distintas historias que han quedado impresas en ellos. Han sido tocados y manoseados por personas que se encontraban en distintas situaciones y bajo la influencia de distintas emociones, dejando en ellos las huellas […]».6




Ahora que lo pienso, los enunciados, como el tiempo, tienden a pensarse en un devenir sucesivo. ¿No deben desplegarse una frase o una colección de arte en sentido contrario al orden lineal?




Se intenta hacer hablar a los objetos, aunque a veces gana el ego. No nos cansamos de hablar de las novedades y su porvenir cuando intentamos estar mientras prevalece lo inmediato y la urgencia por subsistir. En qué momento le vimos al arte cara de salvación. Es duda y también sarcasmo. Es, quizás, ingenuidad. Porque aquí estamos, buscando en él aun en la incertidumbre. No es romanticismo, es pregunta seria. ¿Qué hacer más allá de exponer, escribir, leer, difundir, investigar, educar, publicar? O mejor aún: ¿para qué?




Uno de los grandes beneficios de hacer desde el arte —así, arte en general— es la sensual, y a veces prepotente, libertad de hacerlo infringiendo los márgenes. Aunque los métodos y las teorías aún luchan por su supervivencia, no somos ciencia dura. Por eso me permito, quizá destinada al fracaso, a partir de una colección y un espacio de arte para continuar divagando en torno al qué, para qué y cómo.


     Arte (sm) = Ars, artis (lat.) = (habilidad) + téchnē (gr.) = técnica



Si hay una analogía entre la colección de arte y un abecedario, solo tiene cabida en la posibilidad que tienen cada letra y cada imagen para construir mundo desde la mirada y el lenguaje.




El problema llega justo cuando lo que tenemos a la mano nos parece insuficiente, estéril o caduco —ni se diga de hacer cuando estamos sumidos en lo precario. Pero ese es otro tema—. Sucede, creo, cuando inconscientemente —o quizá muy consciente— cualquier manifestación del hacer reivindica las tan gastadas nociones de originalidad, autenticidad, utilidad y autoría. Los antaños regímenes de lo individual y lo productivo.




Para muchas, incluida yo, no hay en estas líneas preguntas novedosas. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Ansiamos la novedad, por eso queremos respuestas, no incontables preguntas. Respuestas concretas, no divagaciones. ¿Dónde excavamos para encontrar raíces frescas y saber qué hacer? ¿Cómo construimos para seguir progresando? ¿Progresando? ¿Por qué no construimos con los de al lado, hacia los lados, desde lo común?




Tengo la intuición de que ya tenemos las formas y los medios. No recuerdo desde cuándo se negó la generación espontánea, pero ya es hora de que la vayamos superando como método de producción. La obsesión por la inmediatez y lo nuevo ha hecho que se reivindique ese deseo de productividad que termina por convertir los contenidos en parte de una industria del entretenimiento. No dejo de pensar que ahora más que antes se ha dejado de ver esa necedad por estar presente de cualquier forma, a través de una dinámica de producción y consumo —a grandes bocanadas— que no hace más que amansar la imaginación. Es igual de estéril mudar los programas de los museos o los espacios del arte a la pantalla, como lo ha sido la vieja usanza de colgar el cuadro sobre la pared, si no se generan espacios de coexistencias y relaciones (me pregunto qué haría Aby Warburg si en lugar de sus grandes paneles tuviera pantallas).

Y otra vez las dudas: ¿de dónde agarramos impulso, de dónde sacamos fuerza, de dónde imaginamos futuros? Tenemos las imágenes y las letras… tenemos lx otrx. Como una vez me dijo un amigo: «las obras de arte no se sublevan solas».



Espacio (sm): spatium (lat.) = materia, terreno o tiempo que separa dos puntos.


También tenemos espacio. De hecho, creo que de lo poco que se puede hacer con la mínima presencia y la máxima carencia, y por más trillado que suena, es hacer espacio. No el del espacio público incautado desde el corporativismo con intenciones bienintencionadas como bandera; tampoco el del cubo blanco tan romantizado como estigmatizado.


Exposición (sf):  expositio / expositionis (lat.) = acción de poner o sacar algo 
Prefijo ex (de un interior a un exterior, de, desde) + verbo ponere (poner, colocar, situar). En latín la palabra expositio tiene un sentido muy concreto: se refiere al abandono de recién nacidos no deseados en la vía pública, que se saca fuera (sic.) para que otros los adquieran.


Un espacio o Una hoja suelta7 para jugar con las imágenes y las letras como lanzando un rombo al suelo hasta que su movimiento trace la ruta que el peso y la forma de su cuerpo le sugieran. A veces el azar trae resultados insospechados.




Ahora las pantallas se presentan como un refugio que proyecta la ilusión de la cercanía. Un espacio seductor cuando el encuentro con el otrx y el exterior son adversarios, pero sospechoso si se le piensa desde la regulación que supone su uso prácticamente obligado. Decía que tenemos espacios, sí, pero resulta necesario desarticularlos, descomponerlos, desordenarlos. Dentro de estas “nuevas normalidades”, evitar que se vuelvan cuerpos hegemónicos.

Lo que hace un espacio como fuerza y centro, ya sea el público, el cubo blanco de exposición o la pantalla, es generar una normatividad de relaciones. Por eso el poder de enunciar, pero también hacerlo desde el cuerpo como una energía para quebrar las grandes unidades conceptuales y desafiar las dinámicas pasivas que tanto gustan a los sistemas sociales que rigen el hoy y el afuera.

Desde el arte no es tan difícil pensar en estos escenarios normativos. Todo lo contrario. Estamos tan acostumbrados a los formatos de la academia, del museo, de la institución, de la espectaduría, del hacer y proponer desde los roles convencionales que, en medio de una crisis tan impredecible como la que actualmente se atraviesa, a la imaginación le cuesta trabajo alejarse de la seguridad que ofrece la unidad reglamentaria.

Si el camino que ya conocemos augura un trayecto para al final topar con pared, ¿por qué no apostar por las discontinuidades? Quizá para eso tenemos a las palabras y a las imágenes, no como una herramienta de mediación para aprehender el mundo, sino como una forma de desarticularlo y (re)formarlo. 

Tal vez debí haber advertido que probablemente no llegaría a ninguna verdad ni conclusión sanadora. Quizás es lo mejor, no me gustaría tener una fórmula. Por más que busco y leo en lxs otrxs sus propuestas para imaginar otros modos de hacer exposiciones, publicaciones, programas educativos, etc., no encuentro un camino certero. Sólo sé que aún nos quedan las palabras y las imágenes.




Y si es con las palabras y las imágenes que podemos enunciar para desafiar las espacialidades y permanencias, que entonces esos enunciados sirvan para imaginar una redistribución de los haceres, de las funciones de los espacios y los papeles que hasta ahora hemos ocupado como agentes del arte. Que esos enunciados (nos) muestren las posibilidades de ser.




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Nota:

El subtítulo, el epígrafe, así como todos las menciones ubicadas al centro de la página dentro del cuerpo del texto general los “copié y pegué” de algunos de los proyectos editoriales que el ESPAC ha publicado en sus 5 años de historia. Las ideas corresponden a los siguientes autores, por orden de aparición:

Fabiola Torres-Alzaga, «Lo que vemos no es lo que es» en Impresiones en el tiempo, 2018; Claudia Luna y Pablo Luna, «La piedra vista desde la Geología» en La piedra perfecta (2020); Willy Kautz, «Del ars combinandi al ars enunciandi» en Enunciados, 2019.Verus Varas, «Piedra» en La piedra perfecta, 2020; Mara Fortes, «Materia oscura del cine» en Impresiones del tiempo, 2018; Eduardo Núñez, «¿Quién tiene la necesidad de lanzar una piedra?» en La piedra perfecta, 2020; José Luis Sánchez Rull, Katastrofe Pruffs, 2019; Willy Kautz, «El cordón umbilical retiniano» en El cordón umbilical retiniano, 2018; Sandra Sánchez, «bla bla bla: el cuarto de los ojos sucios» en El cordón umbilical retiniano, 2018; Cristina Torres, «Inter/medio» en Inter/medio, 2020; Eduardo Abaroa, «Una transfusión pictórica en el arte de los noventa» en Post neo mexicanismos, 2016;  Fabiola Torres-Alzaga y Mara Fortes Acosta, Historias de la noche, 2019.